Micro-lección #1

«Buenos días, señoras y señores».

«…»

«Muchas gracias por sus buenos días».

«Les acabo de tomar esta foto. Salió movida porque el Transmilenio justo pisó una zanja y el sacudón seguramente nos desprendió las retinas a todos. Pero esa es otra historia».

«Ahora quiero que se numeren ustedes, los que están sentados. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce».

«Ahora, quiero que por favor miren a… ¿Cómo te llamas?»

«Manuel»

«Bien. Manuel acaba de recibir una «micro» lección. En realidad, catorce «micro» lecciones».

«Cada uno de ustedes le acaba de enseñar a Manuel que ningún adulto es capaz de ceder el asiento a un niño en esta ciudad».

«Todos ustedes son maestros. Buenos maestros, porque con su ejemplo imparten lecciones de vida. Mañana, Manuel tampoco tendrá un gesto amable con otro ciudadano, porque la lección quedó aprendida. Felicitaciones».

«Ahora imaginemos la otra situación. Supongamos que usted, ¡sí, usted!, se hubiera puesto de pie y le hubiera dicho a Manuel. «¡Ven, siéntate! Un niño no debe ir de pie en el transporte público».

«¿Qué habría pasado? Primero, Manuel habría recibido una lección muy importante para su vida. Algo que tiene que ver con esa palabreja que tanto suena por ahí… Empatía. Ponerse en los zapatos del otro, entender su situación y hacer algo al respecto. Segundo, trece adultos habrían recibido una lección mayor, porque se darían cuenta de lo «micro-hp’s» que son».


Me acabo de inventar la palabra «micro-hp». (Ver nota 1) Es que por todos lados están insistiendo con eso de los «micro machistas», los «micro racistas», los «micro xenófobos», los «micro homófobos», etc. para indicar esos pequeños comportamientos que demuestran que no somos tan buenas personas como creemos.

El monólogo que describo al principio, nunca sucedió, por supuesto. La foto sí es mía y el arrepentimiento por no haberlo pronunciado me ha perseguido desde que tomé la foto hace unos días. ¡Cómo me hubiera gustado darles un cacerolazo en la cabeza a cada uno de los que viajaban allí!

Pero no se trata de caerle con el mazo de la justicia social al ciudadano común y darle durísimo para hacerle sentir miserable. Más bien se trata de pensar en nosotros mismos. Yo, personalmente soy un «micro-hp» cada rato excepto… cuando estoy con mi nieta. O cuando ejerzo como maestro en mi colegio.

Por eso propuse hace un tiempo que

«todo adulto debería salir siempre a la calle acompañado de un niño responsable».

De esta manera somos maestros permanentes y nos preocupamos por ser ejemplos vivientes de comportamiento y civilidad.

Así se conforma mi propuesta para la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien arranca hoy su periodo de gobierno: hagamos de Bogotá una escuela permanente. Todos maestros. «BOGOTÁ – ESCUELA» podría ser el lema.

Imagínense convertir al Transmilenio en un aula gigantesca. Llena de maestros en todas las estaciones, en todos los buses.

Si alguien la ve, díganle que este abuelo puede ayudarle con algunas ideas.

Y aquí una propuesta final, originada el día del plebiscito por la paz, que renuevo cada vez que hay elecciones:

Ningún adulto

Seguiremos viajando en el transporte público y pensando tonterías.

¡Hasta la próxima!

abuelo.co


Nota 1. La palabra se debe decir completa: «microhijueputa» para que se entienda.

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