Este es un escrito desordenado, improvisado, sin ninguna intención diferente de poner sobre esta hoja en blanco lo que está pasando por mi mente en este momento.
Se parece a esos mensajes de voz en los que el autor enciende el micrófono y empieza a divagar: «¡Eeeeeeee…..!» Y entonces el interlocutor tiene que esperar. La maquinita escondida en ese cráneo está trabajando a toda velocidad para poder componer las palabras en una frase coherente. Pero a veces no importa lo que nos dicen. Simplemente escuchar esa voz o sentir que esa otra persona está todavía respirando y pensando y componiendo frases y haciendo el esfuerzo de tocarnos a través de toda esa maraña de tecnología que hace posible el mensaje, es suficiente para alegrarnos el momento.
Cuando en mis clases de tecnología ponía a mis chicos a describir todo lo que tenía que funcionar bien para que un mensaje de voz o de texto llegara a su destino, nos podíamos pasar toda la semana enumerando los inventos que, uno detrás de otro, tomaban su turno para contribuir a que esa frase que partió de un cerebro lejano se incrustara en este cerebro mío. Discutíamos sobre informática, telecomunicaciones, electricidad, electromagnetismo, mecánica, materiales, energía, y podíamos viajar en el pasado hasta terminar en el primitivo descubrimiento del fuego, pero sobre todo en el maravilloso invento del lenguaje.
También nos poníamos a cuantificar el costo de eso que pensábamos que era gratuito por ser efímero, por ser instantáneo, por ser omnipresente y llegábamos a la conclusión de que registrar, codificar, transmitir, recibir, decodificar y presentar esa media docena de palabras «importantísimas» para los dos seres humanos involucrados, era… carísimo. El ejercicio mental consistía en ir eliminando los elementos participantes en el proceso con preguntas cómo «¿Cuánto cuesta que esto exista y que podamos utilizarlo?»; «¿Qué pasaría si dejara de funcionar?»; «¿Cuántas personas están detrás cuidando que no falle?»; «¿Cuánto costó diseñarlo, inventarlo, desarrollarlo, imaginarlo, soñarlo, construirlo, transportarlo, mercadearlo, venderlo, gestionarlo…?»; e incluso, ¿Cuánto costará dejarlo de utilizar, destruirlo, reutilizarlo, repararlo, desecharlo, regresarlo a su inexistencia original?».
Toda la historia de la humanidad está presente entonces en ese milagro que ocurre casi instantáneamente. Lo que tenía en la cabeza la persona A, ahora está en la cabeza de la persona B.
Hoy en día no importa que A se encuentre en Tristán de Acuña, (el lugar más remoto del mundo, según la Wikipedia), su mensaje podrá llegar a B, que está en la comodidad de su hogar, aquí no más. Pero lo que más fascina es que no importa tampoco que el mensaje haya sido concebido hace milenios, en el momento que se conoce como el nacimiento de la historia y que concuerda con el nacimiento de la escritura. La humanidad se ha preocupado enormemente por lograr que lo que alguien se esforzó en expresar allá lejos, en términos de tiempo o espacio, sea eterno.
Lo que hoy muchos llaman «la tecnología», a veces se limita a pensar en computadores, y se ha llegado a descalificar iniciativas de emprendimiento como «poco innovadoras» porque no están basadas en ese estrecho horizonte mental que tiene mucha gente de que si no tiene «pixeles» (en pantallas) y «bits» (en datos) no pertenece a este milenio.
Nos ha pasado.
A veces nos cuesta mucho explicar en qué consiste la «tecnología» de nuestra CUCÚ. (Para los que no la conocen, se trata de una publicación impresa periódica para intelectuales cuya edad sólo tiene un dígito www.revistacucu.com )
Es difícil hacerles entender que en una página impresa está resumida TODA la tecnología existente y que allí se reúnen los elementos más trascendentales de la innovación y el ingenio del homo sapiens. Y si quisiéramos definir «en qué negocio estamos», les podríamos responder «en el de las palabras costosas». Muy costosas.
El proceso que llevamos a cabo consiste en llevar unas palabras (escritas o ilustradas) desde la mente del autor hasta la gigantesca mente del receptor (inmensa aunque esté dentro de un cráneo pequeño) y que requiere por parte de este último de un proceso fundamental para su vida llamado lectura.
Con mucha frecuencia nos llegan videos de niños y niñas con nuestra revista en la mano, extrayendo en voz alta las frases de las páginas, una por una, en un momento alegre de descubrimiento y comprensión que resume la historia de la civilización. El mensaje ha llegado.
Aunque nos califiquen de primitivos, seguiremos trabajando en nuestro esfuerzo tan innovador, tan imperecedero, tan revolucionario y tan simple que no debería necesitar de ninguna explicación.
Continuaremos sobre todo gracias al constante apoyo de esa minoría que, como usted, no le tiene miedo a un texto largo como éste y llegan hasta el final, esperando encontrar (tal vez inútilmente en este caso) un vestigio de sabiduría.
Gracias por la compañía y perdón por el robo de estos minutos.
Un abrazo.
Guillermo Ramírez – Agosto 7 2024
Hermoso Texto ♡