Me encanta escribir. A lo mejor no hay nadie que me lea, pero el placer de llenar una hoja en blanco con un torrente de palabras es un ejercicio reconfortante que demuestra que… bueno, sigo vivo.
Algún día alguien se topará con mi texto y sentirá que estoy a su lado, hablándole al oído. Reciéntemente tuve una experiencia maravillosa. Por casualidad tomé uno de los libros de una colección de historia de Colombia que reposa en la biblioteca de mi hermano. Se trata del tomo que describe los gobiernos de todos los presidentes hasta finales del siglo XX y el autor dedica un capítulo a cada uno. Pues bien, al finalizar el apartado dedicado a Laureano Gómez había media página que originalmente habían dejado en blanco por cuestiones de diseño editorial y allí, con la inconfundible letra manuscrita de mi padre, se hallaba un largo comentario que me aclaraba y me corregía lo que el autor decía. Un cuarto de siglo después, su mensaje me llegaba claro y contundente. Su voz con tinta era certera, irrefutable.
En una de las primeras ediciones de CUCÚ me referí al tema de estimular la costumbre de escribir a mano en los niños. Aquí un resumen:
Escribir para conectar: La importancia de fomentar la escritura manual en los niños
Escribir para que nos lean los niños es un arte desafiante que requiere equilibrar diversos elementos: tono, lenguaje, tema, enfoque y vocabulario adecuados a su edad. Es una labor de prueba y error donde los libros más inesperados pueden convertirse en favoritos, mientras que otros más convencionales pueden no lograr cautivar a los exigentes lectores en miniatura.
Buscar ese balance entre entretenimiento y educación es fundamental. En nuestras travesías por librerías y bibliotecas, encontramos innumerables ideas sobre cómo los autores se comunican con los jóvenes lectores. Sin embargo, más allá de los escritores profesionales, es esencial valorar la escritura cotidiana, aquella que se realiza con lápiz y papel.
¿Cuándo fue la última vez que tomaste un papel y un lápiz para escribirle a tu hijo?
Esta simple pregunta nos confronta con una realidad: hemos perdido la costumbre de plasmar nuestras palabras en papel y enviarlas en un sobre cerrado o conservarlas para nosotros en un cuaderno. En el jardín infantil de mi nieta, crearon un ingenioso ejercicio: cada niño tenía un buzón en el aula donde, los viernes, podían encontrar cartas de padres, parientes y amigos. La emoción de recibir una carta es incomparable, un sentimiento que no puede replicarse con los nuevos medios tecnológicos.
Las cartas personales tienen un valor único. Conservamos cartas en cajones de recuerdos y al releerlas, revivimos la voz de quien nos escribió. ¿Por qué no hacemos lo mismo hoy en día? Deshacernos del procesador de texto y permitir que nuestras palabras se impregnen en el papel con una autenticidad que ninguna pantalla puede igualar. Sin correctores automáticos ni palabras sugeridas antipáticamente.
Rescatemos la experiencia de escribir a mano, especialmente para los niños. Fomentemos la costumbre de sentarse con papel y lápiz, estimulando la respuesta a cartas recibidas. Escribir, sellar el sobre, enviarlo y esperar, cada paso es una aventura que contribuye a fortalecer los lazos humanos.
Recibir correo es una experiencia incomparable. No dejemos que esta sensación se pierda en la era de la comunicación electrónica fugaz. Volvamos a conectar a través de la escritura manual, un arte que merece ser preservado y compartido con las generaciones venideras.
Fomentar la escritura creativa en los niños es una tarea gratificante que puede desarrollar su imaginación, habilidades lingüísticas y autoexpresión. Aquí unas sugerencias:
- Inventemos un ambiente propicio: Creemos un espacio tranquilo, iluminado y cómodo donde se sientan inspirados y libres para escribir. Que haya muchos materiales de escritura, como lápices, papel, cuadernos y colores.
- Removamos su creatividad: Animemos a los niños a pensar fuera de lo común y a explorar ideas originales. Propongamos temas interesantes y desafíos creativos para inquietar su imaginación.
- Exploremos todas las formas de escritura: Además de historias, animemos a los niños a escribir poemas, diarios, cuentos cortos, noticias, cartas e incluso guiones de teatro y monólogos.
- Hagamos que la escritura sea divertida: Organicemos actividades juegos, concursos de cuentos cortos y sesiones de escritura en grupo.
- Celebremos sus logros: Reconozcamos y elogiemos sus esfuerzos en la escritura con retroalimentación positiva que demuestre interés genuino en su trabajo.
- Seamos un modelo a seguir: Hagamos de la escritura una actividad compartida que les muestre que es una habilidad valiosa y gratificante.
- Fomentemos la escritura libre: Sin restricciones ni expectativas, dejemos que sus ideas fluyan libremente sin preocuparse por la ortografía o la gramática en las primeras etapas.
- Hagamos desafíos y metas alcanzables: Pongamos tareas específicas. Por ejemplo, escribir una historia de ciencia ficción, crear un personaje único o completar un cuento en un número determinado de palabras.
- Hagamos que la escritura sea parte de la rutina diaria: Intercambiemos mensajes, tengamos un tablero y tiza en la casa, tengamos libretas de apuntes en los bolsillos.
- Preservemos los escritos: Nunca se sabe cuando volveremos a encontrarnos con ellos y nos transportaremos en el tiempo o regresaremos para los demás si ya no estamos por estas tierras.
Los chats y los mensajes de voz son muy eficientes y tecnológicamente impresionantes por su inmediatez y precisión, pero ninguno de ellos podrá afectar y casi llevar a las lágrimas a alguien dentro de dos generaciones como un texto manuscrito nuestro en una hoja de papel.
Guillermo Ramírez – Febrero 29 de 2024