El nuevo profe virtual

Foto: Marcus Aurelius – Pexels

Hace cerca de veinte años empezamos a hablar de la educación virtual y a convencer a los maestros de que había que zambullirse en la nueva forma de enseñar y aprender porque nuestros estudiantes ya la habían comprendido y adoptado y estaban corriendo por la web mientras que la academia apenas empezaba a abrir los ojos.

Con paciencia y dedicación participamos en la introducción de una de las primeras plataformas de e-learning en las universidades (WebCT que luego sería adquirida por Blackboard). Estuve en cerca de 20 universidades haciendo capacitaciones a los profesores y luego me involucré activamente en la creación de campus virtuales (surgió Moodle como alternativa open source) y programas de educación no presencial en varias instituciones. La primera clase virtual emitida por el Politécnico Grancolombiano contó con esta cara (que a cualquier precio es cara) al frente de las cámaras.

Por esa época publiqué la primera edición de «El Profe Virtual» (2005) y luego lo reedité en forma digital (2013) para que rápidamente se convirtiera en uno de los «worst-sellers» de Amazon. Una búsqueda en Google todavía lo encuentra, junto con varias presentaciones sobre el tema de educación virtual que compartí en su momento:

En 2011 resumí «Los 5 (+1) grandes errores en la educación virtual» en una presentación que causó mucha polémica. Ha sido vista más de 250 mil veces en español e inglés y me siguen llegando comentarios.

Hoy veo que muchas de las cuestiones planteadas allí se mantienen relevantes, especialmente el error de creer que la educación virtual no es otra cosa que la misma educación medieval que se tiene en las instituciones educativas pero con aparatos y conectividad.

Nada más lejano de la realidad. Y hoy, cuando ya vamos a completar un trimestre de «coronalismo» en nuestro país, vemos que «tocó» asumir la educación virtual y convertirnos rápidamente en los profes virtuales que necesitan nuestros estudiantes.

La nueva normalidad educativa

Foto: Tatiana Syrikova – Prexels

Por todas partes la gente habla con optimismo de lo que piensa hacer «cuando esto pase». Yo quisiera corregir con todo cariño y decirles que «esto» ya pasó. Ya no somos los mismos ni como personas, ni como país, ni como sociedad.

Para bien o para mal, la educación acaba de recibir un latigazo de cambio que será irreversible. Los niños, los adolescentes, los padres, los maestros y los directivos tuvieron que asimilar una realidad abruptamente y adaptarse a ella sin derecho a replicar.

Veamos uno por uno los elementos claves del cambio, es decir, los nuevos cimientos el sistema educativo.

1 – La materia

La educación basada en objetos físicos ha tenido que reinventarse. Los colegios y jardines infantiles tienen sus objetos muy bien guardados en los salones de clase y laboratorios, desiertos por estos días y quien sabe por cuánto tiempo más. Los libros se quedaron en las bibliotecas y los materiales en los cajones.

Los temas de clase tuvieron que adaptarse a los recursos virtuales disponibles en la web y esto exigió la exploración urgente de herramientas y contenidos. Las cartillas impresas y los textos escolares se quedaron cortos y se complementaron (o reemplazaron) por infinidad de elementos ya listos en múltiples fuentes. Las actividades se adaptaron para usar los objetos que hay en casa, en el caso de los más pequeños y la recursividad de los maestros, en complicidad con los padres, ha sido admirable.

2 – El tiempo

Conceptos como «hora de clase» han tenido que redefinirse o eliminarse del léxico académico. Si bien se ha intentado recrear el concepto de «horario» de clase y muchos consiguen reunir simultáneamente a sus estudiantes en video conferencias para «dictar» la clase, muy pronto se han dado cuenta de que la dinámica de la educación no presencial es muy diferente.

Las herramientas de teleconferencia han evolucionado impresionantemente y la humanidad entera aprendió a usarlas en tiempo record. Se creó una nueva cultura del encuentro virtual y ya se volvió normal tener una o más reuniones diarias en el trabajo y en la escuela.

Sin embargo, las dificultades de conexión de los participantes pueden interponerse en esta recreación del aula física y muy pronto los maestros han empezado a reconocer que las videoconferencias no pueden ser el eje de la actividad educativa sino un elemento auxiliar dentro de un proceso más complejo y dinámico de interacción.

Atrás van a quedar las «llamadas a lista», que pretenden ubicar a todos los niños frente a sus pantallas a una hora precisa. El concepto de «asistir» a clase desaparecerá rápidamente para dar paso a una mentorización casi uno a uno o en grupos pequeños y en horarios flexibles.

Alguien publicó en redes que «un estudio había demostrado» (todo lo que comienza así parece muy creíble) que los maestros habían trabajado en estas últimas semanas en promedio 2 horas diarias más que en tiempos normales. Inmediatamente publiqué este comentario: «¡Ah! ¿Entonces ahora trabajamos 26 horas diarias?».

Fuera de chiste, la educación virtual significa un aula abierta 24 horas para alumnos y maestros, con comunicaciones veloces, sincrónicas y asincrónicas, y con horarios y calendarios muy distintos.

3 – El espacio

El colegio y la universidad como espacios de trabajo educativo están cerrados temporalmente y muchos se empiezan a cuestionar si el aula de clase volverá a tener sentido. Incluso las fronteras entre los colegios y universidades entre sí desaparecerán.

Virtualmente, los estudiantes ya no pertenecerán a una institución y deberían poder formar parte de grupos de estudio virtual con otros jóvenes de otros colegios en cualquier ciudad o país. ¿Por qué no? El intercambio y la colaboración entre instituciones y docentes debe convertirse en una realidad y los contenidos tendrán que dejar de ser cerrados y exclusivos.

Muchos han comentado qué utilidad tiene para la humanidad que millones de estudiantes se desplacen dos horas diarias en todo tipo de transporte para simplemente sentarse en un pupitre a escuchar a un maestro. Multiplicando ese gasto por doscientos o más días en el año se obtiene una cifra impresionantemente ridícula de viajes evitables. Si solamente se movieran un día o dos a la semana, por ejemplo, para asistir a las materias prácticas que implican laboratorios o instalaciones especiales, el ahorro sería inmenso.

4 – Los maestros

¿Y entonces cuál ha de ser el papel de los maestros?

Nuestro rol ha cambiado de la noche a la mañana. Más que «guardianes del currículo» y cumplidores de temas debemos convertirnos en verdaderos acompañantes de los procesos de aprendizaje y crecimiento de los jóvenes.

Mediante proyectos personales y colectivos que agrupan las disciplinas, los muchachos pueden progresar en conocimientos y habilidades, mientras maduran en un nuevo ambiente que exige mayor disciplina y autorregulación.

La estructura de los grupos debe cambiar en los colegios. Mientras hoy un grupo de 30 chicos tiene unos 6 maestros especializados en cada materia que van circulando cada semana por sus aulas en horas determinadas, la estructura virtual podría permitir que cada maestro, por ejemplo, se hiciera cargo del acompañamiento cercano de 5 de esos chicos en cada nivel. No estar enfocado en el desempeño de «mi materia» sino en el crecimiento de mis alumnos.

La flexibilidad del ambiente virtual permite una educación personalizada al ritmo, capacidades y recursos tecnológicos de cada estudiante.

10 consejos personales

1 – Adios PDF, bienvenido SITES

Los materiales ya no pueden ser estáticos y diseñados para la impresión. Siempre se piensa en cartillas diagramadas en columnas y con diseño gráfico muy bonito pero inútil cuando se va a leer en un teléfono móvil. Adiós al tamaño carta y a la impresión.

La adaptación de los materiales al formato WEBSITE es indispensable. Un material virtual debe ser multimedia para incluir textos, imágenes, audios, videos, presentaciones, enlaces incrustados, simuladores, cuestionarios, animaciones, actividades interactivas, hojas de cálculo.

Debe poderse leer, disfrutar y recorrer con igual funcionalidad en computadores de escritorio, tabletas y teléfonos. Principalmente en estos últimos. El acceso a los materiales hoy en día es en MÓVILES. En una casa hay un solo computador, pero posiblemente un móvil por cada adulto.

Personalmente uso GOOGLE SITES y promuevo que mis estudiantes lo aprendan a manejar también. La comunicación de ida y vuelta a través de SITIOS WEB es la más versátil y lógica hoy en día. Te presento en un SITE mis historias y me devuelves en un SITE tus historias.

Se ve bien en un teléfono.
Se ve bien en un computador o una tableta.

2 – Adiós impresora.

No podemos basar la educación en materiales que tengan que imprimirse para poder ser leídos o resueltos. Las familias NO tienen impresoras o no pueden recargarlas de tinta. En el caso de los niños pequeños hay que pensar en la hoja en blanco acompañada de la pantalla.

Los materiales agrupados en SITES pueden ser vistos en la pantalla y el niño puede transferir las actividades a un cuaderno, block de escritura, cartulina, hojitas de origami, cartón con plastilina, con acuarelas, con marcadores… No hay mejor impresora (incluso 3D) que el niño mismo.

Los padres pueden ayudar y es más entretenido transcribir los ejercicios que ponerse a pelear con la impresora porque le mandaron al niño materiales con textos a color que no se ven, con formato A4 – oficio que se reducen horriblemente, en PDFs que no se pueden modificar, en aplicaciones que no tiene.

Foto: Steve Johnson – Pexels

3 – Sí a las pantallas, sí a la sincronización, pero…

Con moderación y acompañamiento, en el caso de los pequeños; con disciplina y autorregulación en el caso de los adolescentes y adultos.

En la antigüedad, en los años AC, (es decir, Antes del Coronavirus) se discutía por todos lados sobre la conveniencia o no de la exposición de los menores a las pantallas ( Revista Cucú: ¿Pegados a las pantallas? ) Hoy tenemos que aceptar que la educación virtual ES una educación centrada en las pantallas. En los aparatos tecnológicos.

Pero no necesariamente en la sincronización de las personas frente a las pantallas. Se pueden incluir eventos sincrónicos (videoconferencias, chats, llamadas) colectivos o individuales que sean el complemento de las actividades asincrónicas (foros, tareas, lecturas, cuestionarios), pero no debe ser el eje de todo el programa virtual.

La sincronización es ideal para la socialización y para el fortalecimiento de la comunidad educativa que se forma en cada curso. Las reuniones informales y formales para presentar trabajos, para intercambiar ideas y para simplemente «vernos» son importantísimas para la socialización y humanización de todo el proceso.

Sin embargo, el aprendizaje sólo ocurre con el esfuerzo individual y la realización de las actividades propuestas, especialmente a través de la creación de productos propios por parte de los estudiantes. Al ritmo de cada uno, con los recursos de cada uno.

4 – Sí a los libros

En todas mis presentaciones digo que la educación es, simplemente, un intercambio de historias. Unos quieren contarlas (maestros) y otros quieren escucharlas (alumnos). Y luego se intercambian los papeles. Cuando los estudiantes son capaces de contar sus propias historias, ha ocurrido la educación.

Contar historias es la base de la educación y el principal elemento de tecnología que la ha facilitado por siglos es EL LIBRO. Mediante esta tecnología ancestral podemos «escuchar» hoy la clase de Aristóteles, de Pitágoras, de Saint-Exupéry o de García Márquez. El libro físico es un objeto maravilloso que no necesita baterías, que se deja acariciar, que se deja subrayar, anotar al margen, releer y hasta abandonar, si no nos atrapó.

Pero ahora también contamos con el libro virtual, repotenciado con experiencias adicionales de inmersión tridimensional, audio narración, múltiples idiomas, realidad aumentada y explotación intensa de todos los sentidos.

Podemos zambullirnos en esas realidades artificiales y dejar que la tecnología sea la que nos interprete y transforme el libro o simplemente obtener las frases y párrafos en un «primitivo» archivo de texto y procesarlos nosotros mismos con la fuerza de la lectura y la imaginación.

Foto: Suzy Hazelwood – Pexels

5 – Sí a los oficios y las artes

La nueva educación (esa que se acaba de crear hace un mes) se tiene que adaptar a las necesidades de la nueva normalidad. Si bien el mundo necesita de los científicos y trabajadores de la salud y de la alimentación para que encuentren soluciones, atiendan las emergencias y suministren el alivio de primera necesidad, hoy más que nunca se ha demostrado que también se requiere de las artes y los oficios para reconstruir el tejido social.

Estamos descubriendo que grandes y chicos tienen que rescatar las habilidades que permiten la supervivencia cotidiana, desde la siembra de una huerta casera hasta el horneado del pan, desde la reparación de una costura hasta la reutilización de los residuos. También se hace evidente que las expresiones artísticas se ponen en la prioridad de las necesidades sociales: la música, la ilustración, la danza, la improvisación, la poesía, la escritura, la fotografía, la animación… (Curioso cómo todas estas artes son palabras femeninas).

La posibilidad de pasar al medio virtual la educación de las artes es un reto fascinante y existen múltiples ejemplos de experiencias exitosas. Además, las otras disciplinas necesitan artistas para virtualizar sus contenidos.

Por otra parte, la radio y la televisión se van a convertir nuevamente en protagonistas de la difusión educativa y necesitarán de los profesionales comunicadores trabajando en llave con los educadores para llegar a los lugares en donde la conectividad es deficiente.

6 – Sí a la programación y a la expresión digital

Ahora surge una nueva oportunidad de desarrollo profesional y personal para los chicos y una nueva expresión: alfabetismo digital. Los jóvenes y sus maestros se enfrentan al nuevo reto de moverse con facilidad en el mundo virtual. Los niños pequeños también.

El pensamiento computacional, la programación y la destreza digital se hacen imperativos cada vez más temprano. La incorporación de los aspectos digitales dentro de las temáticas de estudio ya tiene una prioridad similar a las otras disciplinas y se puede diluir en ellas con naturalidad. Todo proyecto ahora necesita el toque digital.

Desde el manejo del correo electrónico hasta la edición de un video; desde el envío de un mensaje de voz en un chat hasta la presentación en pantalla compartida de un trabajo colaborativo; desde la creación de una página web hasta la programación de un robot que resuelve un laberinto; los chicos y especialmente las niñas encuentran que los «aparatos» y el software están a su alcance para sorprender a los adultos.

Todos los maestros que se han quedado rezagados en «eso de las TIC» han tenido que acelerar el paso, porque no basta con escanear y compartir los materiales o encontrarse en videochats con los chicos. También hay que virtualizar las historias que queremos contar, organizar los contenidos y actividades, ser el anfitrión de los encuentros y estar al día para resolver dudas técnicas.

7 – Sí a la colaboración

Si hay un gremio que se caracteriza por crear barreras para la colaboración es la academia. Lo digo con conocimiento de causa de más de treinta años en el sector.

Aún dentro de una misma institución existen islas (llámese áreas, departamentos, facultades) que difícilmente comparten lo que hacen. Incluso maestros del mismo grupo son tremendamente celosos con sus materiales, aunque se trate de terribles powerpoints. Todos quieren figurar en los créditos y la fiebre de las citas entorpece todos los productos académicos.

Mientras tanto, la dinámica de colaboración de la red es muy distinta. En el software predomina el código abierto, muchos contenidos son producto de la colaboración masiva (como la Wikipedia que odian muchos profesores) y la tendencia es a compartir y reinventar sobre la base del trabajo de otros. «¡Plagio!», exclamarían horrorizados los académicos de antes. «Colaboración», «trabajo derivado», «reinvención», «remix», «creative commons», decimos los nuevos educadores.

En mi cuenta de SCRATCH (la aplicación de programación para niños desarrollada por el M.I.T.) he creado una veintena de proyectos disponibles para mis estudiantes. Estos pueden ser vistos y reinventados por cualquier visitante del sitio. Uno de ellos ha sido compartido más de 600 veces. ¿Me darán el crédito? No creo y no es importante.

Los estudiantes de hoy, especialmente los universitarios, cuentan con infinitos recursos, fuentes, documentos, herramientas, buscadores, traductores, compiladores y curadores del conocimiento humano.

Con tanto a su disposición, su vida académica es, irónicamente, más difícil. ¿Cómo pueden destacarse en un ambiente en donde «todo ya está dicho o inventado»? ¿Cómo pueden ser originales? El reto es mayor y nuestro deber es acompañarlos en ese descubrimiento de su propia voz. Ayudarles a contar su propia historia.

8 – Sí a la apertura

El cliché del mundo sin fronteras a veces no aplica a las instituciones educativas ni a los organismos estatales. En nuestro país (Colombia) cada institución es cerrada: estos son mis estudiantes, mis profesores, mis contenidos, mis métodos, mis aulas, mis instalaciones. Los niños incluso tienen uniformes que identifican su pertenencia.

Y la mayor barrera está entre las instituciones públicas y las privadas. Fronteras muy definidas entre los estratos, entre los calendarios, incluso entre las ciudades. Las Secretarías de Educación de las ciudades capitales de mi país a veces no se ponen de acuerdo con las Secretarías de su propio Departamento (en otros países los llaman estados o provincias) y éstas a su vez parece que no conversaran entre sí o con el Ministerio de Educación que las cobija. Muchas veces una misma institución no quiere saber nada de lo que ella misma hizo en el pasado, cuando el Alcalde o el Gobernador era otro.

La nueva educación virtual permitiría fácilmente romper las fronteras geográficas e institucionales. Un maestro de una ciudad podría enseñar en una institución de otra ciudad. Un aula de clase virtual podría contar con estudiantes de muchas partes, con maestros de muchas partes, con contenidos de muchas partes.

Estudiantes de colegios públicos y privados podrían estar en la misma aula virtual. ¿Por qué no? Los maestros podrían ser invitados por otros maestros a un aula que no es de su institución, de su ciudad o de su país. La colaboración entre estudiantes para trabajos podría ocurrir entre instituciones. ¡Con uniformes distintos!

Un estudiante universitario podría hacer su carrera cursando materias de distintas instituciones, sin moverse de su casa. ¿Por qué no? El currículo de una carrera podría incluir muchos de los cursos ya existentes en las plataformas como COURSERA y validarlos con créditos. Algunas instituciones ya lo hacen. Muy pocas.

9 – Sí a la evaluación sin exámenes

Ante la imposibilidad de contar con las pruebas estatales de los bachilleres el primer semestre de este año por la cuarentena general, muchas universidades continuaron con el proceso de admisión sin este requisito. Encontraron otros procesos de evaluación y admisión.

Los exámenes tradicionales en los que se separaban los pupitres y se preparaban dos temas diferentes para que las filas impares y las pares no se copiaran, mientras los cuidadores se paseaban como policías entre las columnas, quedaron en el recuerdo.

Esa experiencia ancestral (de la época AC) no es fácil de reproducir virtualmente, por más de que existan muchas aplicaciones que proporcionan «trucos» para que los profesores garanticen que los alumnos no se copien.

Hay aplicaciones que permiten crear bancos de numerosas preguntas que son escogidas al azar y cuyas respuestas se mezclan de tal forma que la probabilidad de que se produzcan dos exámenes iguales es casi nula. Otras permiten que los mismos problemas matemáticos sean presentados a cada estudiante con datos diferentes. Ingeniosos mecanismos basados en una sola palabra: desconfianza.

Todas estas «estrategias» que ponen al maestro y al estudiante a competir para ver quién es más ingenioso solamente ratifican la anticuada concepción de que se estudia para «pasar» unas pruebas y obtener una calificación.

Los cuestionarios virtuales deben cumplir una sola función: la autoevaluación del progreso del estudiante. Cuando se establecen como un reto personal que mide su propio desempeño y que solamente conocerá él o ella, se convierten en una herramienta poderosa de aprendizaje. Con adecuada retroalimentación, el estudiante puede conocer las razones de sus fallas y aciertos e intentarlo de nuevo con nuevas preguntas.

«¿Y entonces cómo vamos a calificar?», fue la reacción de muchos maestros en los cursos de e-learning que tuve oportunidad de conducir. Siempre les contestaba con otra pregunta: «Si en este curso en el que estamos hoy no hacemos examen final, ¿usted consideraría que no hubo un aprendizaje por parte suya?»

La educación virtual, repetimos, exige mayor disciplina y autocontrol por parte del estudiante y la evaluación de su desempeño debe basarse en la observación del proceso y del producto final obtenido. Los cursos tienen que adaptarse a la realización de proyectos con retos y etapas identificables y cuantificables.

10 – Sí a la educación uno a uno

Nuestro reto está en crear los recorridos sugeridos para que los estudiantes realicen ese viaje individual y lleguen al destino propuesto. Lo más seguro es que lleguen más lejos de lo que planeamos. Uno a la vez.

Guillermo Ramirez

Abril 28 2020


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