Conversaciones de paz

Pasan cosas. Todos los días están llenos de acontecimientos que afectan para bien y para mal nuestras vidas. Las familias tienen momentos de cambios fundamentales. Hay traslados de ciudad, hay separaciones, hay rompimientos, hay fallecimientos, pero también hay nacimientos y muchas otras buenas noticias de esperanza y regocijo. 

Los finales de año permiten que nos reunamos a evaluar el pasado inmediato y a planificar lo que se asoma; nos ayudan a tener un equilibrio entre la gratitud por lo que fue y la expectativa de lo que puede ser; nos ponen a mirar a cada uno de los que nos rodea y a nosotros mismos para decir “¡cómo hemos cambiado!”; nos invitan a lograr reconciliaciones y resolver los conflictos pendientes.

Allá afuera, en la ventana o en una pantalla de un aparato, también ocurren cosas. A veces muy duras e incomprensibles. A veces irremediables. Nuestro entorno social puede verse muy diferente de un momento a otro. Algunas cosas que considerábamos resueltas e inamovibles, de repente se desploman como un castillo de naipes.

Y los niños están allí, como testigos nada pasivos de todo lo que ocurre. No son espectadores, quieren explicaciones. Ellos ven, analizan, proponen teorías sobre lo que ocurre, aventuran hipótesis, pero en la mayoría de los casos, no encuentran respuestas claras. Los grandes, tampoco.

Se necesita, entonces, conversar. 

Pero, ¿se puede conversar en nuestro entorno familiar? ¿Podemos resolver diferencias? ¿Tenemos una “mesa de conversación” para afrontar los temas complejos?  ¿Cómo podemos construir una?

Algunas sugerencias. 

  1. No comencemos a conversar “en caliente”. Dejemos enfriar las emociones y programemos el encuentro para un momento posterior, cuando las chispas estén apagadas. 
  2. Separemos a las personas de los problemas. Tratemos de llegar al meollo del asunto objetivamente para poder discutirlo, sin volverlo algo personal.
  3. Entendamos que el objetivo de la conversación es resolver y llegar a acciones concretas de construcción, no se trata de ganar una discusión.
  4. Tratemos de no interrumpir los argumentos. Escuchemos respetuosamente hasta el final 
  5. Mantengamos un tono sereno y bajo. Nada se logra a través de los gritos que ponen a los demás en posición defensiva. 
  6. No arrastremos otros temas o sentimientos no resueltos a la conversación del momento. Mantengamos el foco en lo que tenemos que resolver.
  7. Recurramos a lluvias de ideas para proponer soluciones y encontrar áreas de compromiso de todos que puedan ser logradas.
  8. Confirmemos que la solución que encontramos es satisfactoria y ha sido comprendida por todos. Podemos incluso escribirla y aprobarla. 

No subestimemos la participación de los pequeños en la toma de decisiones y la resolución de las situaciones difíciles de la familia. Su visión de la vida es muchas veces más coherente y clara que la de los grandes. Quizás su espontaneidad y candor traiga soluciones frescas a las situaciones que tienen estancados a los adultos. 

¡Felices conversaciones!

Guillermo Ramirez

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